julio 18, 2006

Cronología del corazón, parte 1.5

Nota: si quieren encontrar la parte 1, por favor haga click aqui. Esto no es pirateo pero Liz me hizo regresar mucho en el tiempo y esto es parte del resultado.



A mi nadie me enseño como era hasta que lo sentí. Era raro pero ya que estamos hablando de primeras veces, recuerdo más la primera vez que fumé. En fin. Sí recuerdo la primera vez que le di un beso a una niña… bueno, más o menos. Era por allá de 1986, justo después del mundial. Ella era mi vecina y jugando a que nos estábamos casando, llegó el ansiado momento de “puede besar a la novia” y preeeeeeeeesta. Tomé mi lista de las cosas más asquerosas de la vida y la coloqué en la primera posición. Me quedó una desilusión muy profunda porque hasta ese momento mi tutor del amor se llamaba Philips y medía 21 pulgadas diagonalmente. Para mi un beso era de lo más normal o cuando menos lo era al ojo del cíclope electrónico. Recuerdo mucho las escenas de "Hechizada" o incluso de "Los Picapiedra" y todo se veía sin falla. No había nada que ocultar y nunca me llamó la atención lo suficiente como para indagar con algún adulto. La sensación de sus labios fue muy desalentadora pero afortunadamente las hormonas me harían cambiar de opinión 9 años después. Esta otra mujercita, que conocí por la que fuera mi segunda novia, no recuerdo ni como se llama. Es más, a mi ni me gustaba. Empecé a salir con ella porque me obligaron los comentarios mordaces de ciertas personas que no vale la pena comentarlos pero si voy a decir que en su momento me calaron muy, muy hondo. El primer pseudo amor duró poco menos que una semana. Antes de proseguir tengo que decir que si hay que hablar de primeros amores, debo comenzar, y ofrezco una disculpa por haber errado en la cronología, por mencionar a mi maestra de inglés de la secundaria. En mi adolescente cabecilla llena de hormonas, fluía su imagen no importando donde estuviese o que estuviera haciendo. Me hizo soñar mucho. De ojos verdes, le encantaba llevar minifaldas hasta que la dirección lo prohibió. Malditos ñoños. Nunca imagine actos eróticos pero si era muy frecuente la escena dónde yo me encontraba acostad en sus piernas y ella me alimentaba con uvas peladas. Allí fue donde me di cuenta que no era una persona agraciada físicamente. Era gordo (más) y rebosante. Me gustaba mucho jugar fútbol y medio jugaba voleibol. Desde entonces disfrutaba mucho de ver películas y recuerdo mucho de una que se llamaba Motorama, palabra que por cierto siempre que la menciono en lugar de Motorola nadie sabe de lo que hablo. Si usted querido lector, estimada lectora, sabe de lo hablo comuníquese vía carta electrónica para no sentirme más que fui raptado por extraterrestres y que dicha película la vi en otra galaxia. Regresando a mi rechoncha vida, también recuerdo mucho el gozo que me causaba Robotech, que fue el mismo año que obtuve mi primer disco de The Cure, que fue el primer año que me compre el disco del Diablito de los Caifanes, que fue en el mismo año que conocí a la susodicha maestra. Fueron dos años de ensueño y aunque a nadie confesé este recuerdo, en un acto de desnudez sentimental, les comento que ésta maestra me hacía sentir algo y me gustaba. Ella era como de 30 años y yo era simple adolescente de 14 años soñando con la maestra de inglés y uvas peladas.

2 comentarios:

Even Better dijo...

Y qué? Va a ver continuación? Yo espero que sí porque no tienes idea de lo bien que me hace recordar contigo. Al leer sobre ti, fue inevitable pensar en mi y en que compartimos nuestra adolescencia de manera tan diferente como nuestras personalidades, pero tan similar como nuestro cariño. Gracias
P.D. Neta vas a contar toda la verdad?

Fuera de lugar dijo...

Carlos, creo que casi todos los hombres se han enamorado alguna vez de su maestra de secundaria. No pasa lo mismo con las mujeres porque los maestros no suelen ser muy atractivos, jejeje. Me gustó mucho que mis recuerdos te inspiraran a escribir de los tuyos, como bien dices tú: pocas cosas hay capaces de llevarte de nuevo al pasado y tocarte las fibras más profundas...
y, por lo que veo, el primer beso pocas veces resulta agradable, ¿verdad?
Un abrazo,
Liz